Civilizaciones Antiguas

¿Pueden las momias más antiguas del mundo sobrevivir al cambio climático y otras amenazas en las próximas décadas?

Un grupo de momias Chinchorro, datadas entre el 5000 a. C. y el 3000 a. C. CLAUDIO SANTANA/AFP vía Getty Images

Las momias enterradas en el desierto de Atacama de Chile hace casi 7.000 años se han vuelto una con el terreno. Se esconden debajo de los nuevos desarrollos e interrumpen los intentos de forjar nuevas tuberías y, a veces, se encuentran a menos de un metro bajo tierra.

Pueden parecer los supervivientes definitivos; después de todo, son casi 2000 años mayores que algunas de las momias egipcias más antiguas. Pero los raros tesoros arqueológicos son ahora una especie en peligro de extinción por razones que van más allá de su avanzada edad.

Juan Francisco Riumalló de BBC Travel informa sobre la importancia de las momias: los cuerpos preservados del pueblo Chinchorro del norte de Chile, la «primera cultura conocida en el mundo que momifica a sus muertos».

Viviendo en la “costa norte árida y hostil” del desierto de Atacama, estos “cazadores-recolectores marinos” mantuvieron una civilización durante más de 4.000 años, desde 5450 a. C. hasta 890 a. C., según un informe de la Unesco, el organismo mundial de las Naciones Unidas. organización de la cultura.

Bernardo Arriaza, antropólogo de la Universidad de Tarapacá, le dice a la BBC que ellos fueron “los pioneros del desierto de Atacama”.

Pero sus momias sufrieron en el más allá gracias al cambio climático y la falta de un espacio de exhibición unificado. Los antropólogos esperaban que algo cambiara en 2021, cuando la cultura Chinchorro ganara un lugar en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. La organización llamó al asentamiento “la evidencia arqueológica más antigua conocida de la momificación artificial de cuerpos”.

Desde su documentación inicial en 1917, los arqueólogos han encontrado más de 280 momias, informa Javier Martín, de la Agencia EFE. De ellos, solo unos 100 están disponibles para el público en un espacio de exhibición. El gobierno regional en Arica ahora está buscando un «museo y parque arqueológico dedicado a Chinchorro» en el área.

Aparte de su edad, lo que hace que las momias de Chinchorro sean tan inusuales es el estatus social de los muertos: independientemente de la riqueza o la ubicación familiar, nadie estaba exento de la momificación.

“Todos estaban momificados”, explica a Efe la arqueóloga Valeska Laborde, responsable de cultura y patrimonio del municipio de Camarones en Arica. “Los Chinchorros no enterraban a sus muertos”.

De hecho, cuando una familia se mudaba a otro lugar, se llevaban los cuerpos momificados de su familia, como si los muertos los “acompañaran”, dice Laborde.

Durante un tiempo, la estrategia momificadora de los Chinchorro estuvo firmemente enraizada en la táctica de la “momia negra”. Los relatos explican un proceso que la gente moderna consideraría bastante espantoso, uno que implicaba dejar el cadáver sin piel ni órganos internos. Sólo quedó el esqueleto. Luego, los huesos se cubrían con “elaborados dulces de juncos, pieles de lobos marinos, arcilla, lana de alpaca y pelucas de cabello humano”, escribe Laurence Blair, de The Guardian.

Para los Chinchorro, estos cuerpos eran arte. No dejaron atrás la cerámica u otras formas de herramientas creativas diarias.

“El cuerpo se convierte en una especie de lienzo donde expresan sus emociones”, le dice Arriaza a The Guardian. “Los Chinchorro transforman a sus muertos en genuinas obras de arte prehispánico”.

Es posible que también hayan usado la momificación y la preservación de los muertos como una forma de dar sentido a su tasa de mortalidad inusualmente alta. El suelo de la región de Arica tiene una alta concentración de arsénico natural, según investigaciones de la arqueóloga Vivien Standen de la Universidad de Tarapacá. Los Chinchorro también decoraban sus cuerpos con pintura de manganeso, que podría haberlos envenenado sin querer.

En un artículo publicado en la revista Evolutionary Anthropology, Arriaza y Standen se refieren a Atacama como un “ambiente venenoso” para sus habitantes prehistóricos. “Los ríos que dan vida al Desierto de Atacama están paradójicamente cargados de arsénico y otros minerales invisibles e insípidos”, señalan.

Para aquellos que todavía viven entre las momias, vivir entre los muertos no es tan aterrador como parte de su vida cotidiana. Quienes residen en Arica abrazan la historia que los rodea y la sienten como parte de su legado.

“Siento que somos la continuación de los Chinchorros”, le dice a la BBC Alfredo Guerrero, residente de Arica. “… No me voy a ir de este lugar. Siempre me quedaré, así que siempre los visitaré”.

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