Las armas de la Edad de Bronce eran mega letales: los científicos fabricaron las suyas para demostrarlo
La Edad del Bronce fue básicamente un largo baño de sangre, que fue posible gracias a la invención de nuevas armas forjadas a partir de la aleación de cobre y estaño que le da nombre a la era. Si bien el análisis de estas armas antiguas con equipos de laboratorio puede revelarnos mucho sobre su historia, en realidad solo hay una manera de averiguar cuán efectivas eran para matar: utilizándolas en una pelea.
En nombre de la arqueología experimental, los investigadores han pasado años apuñalando, cortando y clavando réplicas de armas prehistóricas, y un par de nuevos estudios arrojan nueva luz sobre las formas en que se usaban estas afiladas herramientas de guerra durante la Edad del Bronce.
El primero de ellos, publicado en el Journal of Archaeological Science: Reports, tenía como objetivo resolver una antigua disputa sobre si las espadas de la Edad de Bronce de Bohemia y Moravia (en la actual Chequia) estaban destinadas a usarse en batalla o simplemente para uso ceremonial. Después de analizar los patrones de desgaste de 47 espadas antiguas, los autores del estudio crearon cuatro réplicas de bronce para luchar entre sí.
Yendo directamente al grano, por así decirlo, los investigadores descubrieron que el tipo de daño observado en sus hojas después de una pelea era similar al de las espadas antiguas, lo que indica que probablemente no eran solo para exhibición. Para descubrir cuánto daño podían infligir las armas antiguas, los arqueólogos también intentaron desfigurar el cuerpo de un cerdo.
En el informe de sus resultados, revelaron que “los ataques con arma blanca dejaban hendiduras en las costillas, y algunas hojas llegaban hasta el hueso”. Al intentar deducir cómo los guerreros de la Edad del Bronce podrían haber utilizado estas espadas en un ataque, descubrieron que “los cortes con la mano resultaron ser los más efectivos, ya que causaban importantes lesiones en los tejidos blandos que hacían que el oponente se debilitara, se desangrara y, finalmente, muriera”.
En el segundo estudio, publicado en el Journal of Archaeological Science, un equipo de investigadores (que también eran expertos en artes marciales) se atacaron entre sí con réplicas de lanzas de la Edad de Bronce, inspiradas en armas antiguas descubiertas en los Países Bajos. En lugar de un cerdo, utilizaron el cuerpo de un corzo para evaluar la capacidad asesina de estas desagradables piezas.
Una vez más, los “experimentos de heridas mostraron el potencial ofensivo de estas armas que eran aptas para infligir heridas letales, comúnmente asociadas con situaciones de ‘guerra’ o ‘lucha por la vida’”, escriben los autores del estudio. Para su sorpresa, las lanzas fueron capaces de destrozar por completo los huesos de las patas de los ciervos, lo que sugiere que muchas de las antiguas lesiones atribuidas a traumatismos por objetos contundentes en el registro arqueológico en realidad podrían haber sido infligidas con lanzas.
Al mismo tiempo, los investigadores descubrieron que, si se manejaban con la suficiente habilidad, las lanzas también podían utilizarse para infligir deliberadamente “heridas sangrantes no letales”. Por tanto, las armas parecen adecuadas para su uso en combates ceremoniales y en la guerra auténtica.
Al igual que con el estudio de las espadas, los investigadores que empuñaban lanzas descubrieron que los patrones de desgaste por el uso que quedaron en sus armas como resultado de sus experimentos coincidían con los observados en espadas reales de la Edad de Bronce, lo que sugiere que estos instrumentos letales se usaron en una variedad de contextos diferentes para producir «una amplia gama de lesiones».