Civilizaciones Antiguas

El naufragio del Tektaş Burnu, una ventana hundida al mundo marítimo antiguo

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El descubrimiento de naufragios antiguos ofrece una visión incomparable del pasado, que proporciona conexiones tangibles con las actividades marítimas, el comercio y la vida cotidiana de las civilizaciones antiguas. Cada vez que los buceadores se topan con nuevas reliquias sumergidas, el mundo mira con asombro, esperando nuevos descubrimientos. Entre estos fascinantes hallazgos submarinos se encuentra el naufragio del Tektaş Burnu, un buque mercante griego del período clásico extraordinariamente bien conservado, que se hundió frente a la costa de Turquía alrededor del 440-425 a. C. Desenterrado mediante una meticulosa arqueología subacuática, este naufragio ha revelado un tesoro de artefactos e información, que mejora significativamente nuestra comprensión de la navegación, las redes comerciales y la cultura material de la antigua Grecia.

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El barco Tektaş Burnu se hundió con todo su preciado cargamento

El naufragio del Tektaş Burnu se encuentra frente a la costa del mar Egeo, cerca de la actual ciudad de Sığacık (Turquía). Esta ciudad se encuentra justo al norte del lugar donde se encontraba la antigua ciudad marítima griega de Teos. Esta región, de importancia histórica debido a su posición estratégica a lo largo de importantes rutas comerciales marítimas, ha sido durante mucho tiempo un punto focal para los antiguos navegantes. El naufragio data de una época crucial de la historia griega, marcada por las guerras del Peloponeso, las guerras persas y el posterior ascenso del Imperio ateniense. Este período se caracterizó por un amplio intercambio comercial y cultural en todo el Mediterráneo, lo que convierte al barco del Tektaş Burnu en un recurso inestimable para estudiar estas interacciones.

El naufragio fue descubierto por primera vez en 1996 por buzos que informaron sobre artefactos antiguos amontonados en grandes montículos en el fondo del mar. Investigaciones posteriores del Instituto de Arqueología Náutica (INA) condujeron a una serie de excavaciones submarinas que comenzaron en 1999. Estas excavaciones, realizadas durante varias temporadas, fueron pioneras en la aplicación de técnicas y tecnologías arqueológicas avanzadas. El equipo del INA, dirigido por George Bass y luego por Deborah Carlson, empleó métodos meticulosos para documentar y recuperar la carga y la estructura del barco, asegurando una perturbación mínima del sitio y sus artefactos.

El barco hundido era un buque mercante de tamaño modesto, de aproximadamente 15 a 18 metros (49 a 59 pies) de longitud, construido principalmente con madera de pino. Su casco se construyó utilizando la técnica tradicional de mortaja y espiga, un sello distintivo de la construcción naval griega antigua que proporcionaba tanto resistencia como flexibilidad. Sin embargo, con el tiempo, la madera desapareció y solo quedaron los sujetadores de hierro. El cargamento del barco consistía principalmente en ánforas, las grandes jarras de cerámica utilizadas para transportar líquidos como el vino y el aceite de oliva. Estas ánforas, identificadas como procedentes de la isla de Quíos, sugieren que el barco estaba involucrado en el comercio de vino de alta calidad, un producto valioso en el Mediterráneo antiguo.

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Los arqueólogos están examinando artefactos bajo el agua. (En la India).

Mercancías finas para el comercio exterior

Además de ánforas, el barco transportaba una gran variedad de productos, entre ellos cerámica fina, lingotes de plomo y materiales orgánicos como frutos secos, semillas, carne de vacuno y alquitrán de pino. Este cargamento ecléctico pone de relieve el papel del barco como conducto para diversos productos, lo que refleja la naturaleza interconectada de las antiguas economías mediterráneas. Entre los hallazgos, destacan una serie de pequeños objetos de marfil tallados de forma intrincada, que pueden haber sido objetos personales de la tripulación o de los pasajeros del barco, lo que ofrece una visión más íntima de la vida de quienes iban a bordo.

El naufragio del Tektaş Burnu ofrece una visión profunda de las prácticas económicas y comerciales del mundo griego clásico. La presencia de ánforas de Chian (de Quíos) indica la participación del barco en una red comercial bien establecida centrada en el mar Egeo. El vino de Chian era muy apreciado en todo el Mediterráneo y su distribución refleja la demanda de bienes de lujo entre las sociedades antiguas. La variedad de la carga del barco también sugiere que el buque se dedicaba al comercio de carga múltiple, una práctica común en la que los barcos transportaban una variedad de productos para maximizar la rentabilidad y mitigar los riesgos.

Además, la ruta del barco, que se deduce de su carga y de la ubicación del naufragio, pone de relieve la interconexión del comercio marítimo antiguo. El mar Egeo era un cruce fundamental para los barcos que viajaban entre Grecia continental, Asia Menor y más allá. Esta red marítima facilitaba no solo el intercambio de bienes, sino también la difusión de ideas, tecnologías y prácticas culturales, contribuyendo al rico tapiz de las antiguas civilizaciones mediterráneas.

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Rutas comerciales marítimas en el mar Egeo. (Enciclopedia de Historia Mundial/Licencia CC BY-NC-SA 4.0)

Una forma revolucionaria de explorar lo que hay debajo del mar

La excavación del naufragio del Tektaş Burnu se caracterizó por el uso innovador de técnicas arqueológicas subacuáticas. El equipo del INA empleó cartografía digital, fotogrametría y análisis de sedimentos para documentar meticulosamente el lugar. Estos métodos permitieron registrar con precisión la ubicación de los artefactos y la estructura del barco, lo que permitió a los investigadores reconstruir la disposición original del buque y la distribución de la carga. Además, las técnicas de conservación fueron cruciales para preservar los artefactos recuperados, muchos de los cuales eran extremadamente frágiles después de siglos bajo el agua.

El uso de tecnologías de teledetección, como el sonar de barrido lateral y el perfilado del subsuelo, también desempeñó un papel fundamental en la identificación y el mapeo del lugar del naufragio. Desde entonces, estos avances se han convertido en una práctica estándar en la arqueología subacuática y han revolucionado la forma en que se descubren y estudian los naufragios. El proyecto Tektaş Burnu se erige así como un hito en el campo, demostrando el potencial de la tecnología moderna para mejorar nuestra comprensión de la historia antigua.

En la excavación de otros naufragios submarinos de la región se emplearon tecnologías similares. Un hallazgo notable fue el del naufragio del Cabo Gelidonya, así como el del Uluburun, en los que se encontraron numerosos objetos bien conservados.

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Un arqueólogo utiliza una bolsa elevadora para elevar un artefacto a la superficie (En la India).

Secretos bajo las olas

Este descubrimiento submarino es un hallazgo arqueológico notable que ha enriquecido significativamente nuestro conocimiento de las actividades marítimas, el comercio y la vida cotidiana de la antigua Grecia. Los restos bien conservados de la diversa carga del barco ofrecen una instantánea detallada de un momento específico de la historia, arrojando luz sobre la compleja red de interacciones económicas y culturales que caracterizaron el período clásico. A través de una cuidadosa excavación y análisis, los investigadores no solo han descubierto artefactos valiosos, sino que también han avanzado en las metodologías de la arqueología subacuática, asegurando que los descubrimientos futuros puedan explorarse con mayor precisión y cuidado.

Imagen superior: Izquierda; Ánforas en el área de conservación. Centro; Buceador sobrevolando ánforas. Derecha; Cerámica en el fondo marino. Fuente: En la India

Por Aleksa Vučković

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