De las fosas a las cisternas: la extraña historia de los inodoros (vídeo)
A lo largo de la historia, la eliminación de desechos humanos ha experimentado una transformación notable. En la antigua India, ya en el año 2500 a. C., el valle del Indo exhibía un rudimentario sistema de retrete y alcantarillado adelantado a su tiempo, con salas dedicadas a la eliminación de desechos. Los egipcios, reverenciados por la conservación del agua, reutilizaron el agua de los baños para la agricultura. Durante la dinastía Han, China adoptó un enfoque único: desviaba los desechos hacia corrales para cerdos, convirtiéndolos en alimento para cerdos y luego en fertilizante. Los romanos, siempre sociables, se reunían alrededor de bancos de piedra comunales con agujeros y utilizaban acueductos para eliminar los desechos, a pesar de las ocasionales intrusiones de ratas y los incendios relacionados con el metano.
Los castillos medievales presentaban garderobes que canalizaban los desechos hacia fosos o pozos negros. La llegada de los orinales trajo comodidad, pero el inodoro con cisterna tal como lo conocemos surgió recién en el siglo XVIII, gracias a inventores como Alexander Cumming y John Brahma. Sir John Harington, conocido por su poesía, incursionó en la invención de inodoros, aunque sus críticas políticas lo eclipsaron. La instalación de uno de sus baños por parte de la reina Isabel I sumó un inesperado respaldo real. Thomas Crapper, aunque no fue un inventor, se convirtió en sinónimo de innovaciones en sanitarios. George Jennings popularizó los sanitarios públicos de pago por uso, transformando el saneamiento público. Finalmente, el baño seco, introducido en respuesta a la epidemia de cólera, tenía como objetivo conservar agua y reducir los olores, pero no se generalizó.
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Imagen de Portada: Baño medieval. Fuente: miguel / Adobe Stock.
Por Robbie Mitchell