Los humanos del Paleolítico podrían haber inventado la ropa interior hace 40.000 años

Tanto si prefieres calzoncillos, tangas o incluso suspensorios, las prendas con las que equipas tu ropa interior pueden descender de un par de calzoncillos ancestrales que se usaron por primera vez en una gélida cueva siberiana hace 40.000 años. Al menos, esa es la conclusión de un nuevo análisis de las primeras agujas de coser con ojo del mundo, que datan del Último Máximo Glacial en la famosa cueva Denisova.
Como señalan los investigadores, los humanos llevaban confeccionando ropa con punzones de hueso (que son, en esencia, agujas sin ojo) desde hace al menos 70.000 años. Sin embargo, la producción posterior de agujas con ojo habría sido un proceso muy laborioso para los antiguos cazadores-recolectores, lo que plantea interrogantes sobre por qué se molestaron en tomarse tantas molestias cuando los punzones eran perfectamente suficientes para fabricar prendas básicas.
Resulta revelador que la aparición de estas herramientas de costura más sofisticadas en la cueva de Denisova (que estuvo ocupada por denisovanos, neandertales y humanos modernos durante un período de alrededor de 100.000 años) coincida con una caída drástica de las temperaturas globales durante la Edad de Hielo. Cuando llegó la época de las heladas, es posible que la gente necesitara vestir más capas de ropa, y la producción de agujas con ojo puede haber permitido una “costura más refinada y eficiente”, facilitando así la creación de ropa interior que salva vidas.
“La eficacia de añadir capas adicionales para mejorar el aislamiento se deriva del principio térmico básico de la ropa, es decir, atrapar el aire cerca de la superficie de la piel para reducir la tasa de pérdida de calor por convección”, escriben los autores del estudio. “Es evidente una asociación entre las agujas con ojo y una necesidad fisiológica de ropa ajustada más eficaz térmicamente”, continúan, y añaden que “se ha postulado un vínculo con la ropa interior”.
Lamentablemente, sin embargo, admiten que “a pesar de la lógica, la evidencia convincente de ropa interior del Pleistoceno tardío es escasa”.
Para completar su teoría, los investigadores añaden que la necesidad de cubrirse habría limitado las posibilidades de expresión personal a través de la decoración corporal. Antes de este punto de la historia, los humanos tendían a embellecer su piel con ocre rojo, tatuajes y cicatrices deliberadas con diversos fines simbólicos, ninguno de los cuales habría sido visible a través de la ropa.
Por lo tanto, los investigadores sugieren que las agujas de coser con ojo también podrían haber permitido a los humanos antiguos crear ropa más elaborada, permitiéndoles expresarse y comunicarse a través de la moda en lugar del arte corporal.
“Las herramientas con agujas con ojo son un avance importante en la prehistoria porque documentan una transición en la función de la ropa, de fines utilitarios a fines sociales”, explicó el autor del estudio, el Dr. Ian Gilligan, en un comunicado. “Las agujas con ojo habrían sido especialmente útiles para la costura muy fina que se requería para decorar la ropa”.
En su artículo, los investigadores especulan que tales decoraciones pueden haber implicado la fijación de cuentas de concha o adornos de piel a prendas de piel de animales.
“Los beneficios de fabricar agujas con ojo –que facilitan una costura más fina a mano y hacen que la tarea de coser sea más eficiente– pueden estar relacionados con el adorno de la ropa y también con la necesidad de ropa interior en conjuntos de prendas de varias capas”, escriben.
“Estos dos propósitos diferentes en realidad coinciden, ya que la necesidad térmica de la ropa interior corresponde a un uso más completo y continuo de la ropa, lo que, a su vez, favorecería un cambio desde la decoración de la superficie de la piel hacia el adorno de la superficie más visible de la ropa”, añaden los autores del estudio.
El estudio se publica en la revista Science Advances.