Ufología

Preservación de la Luna: ¿quién creará las reglas y cuáles son?

Las agencias espaciales y las misiones privadas tienen como uno de sus principales objetivos llegar a la Luna para establecer allí una presencia humana permanente. Antes de que esto se convierta en realidad, los especialistas en ética espacial cuestionan las posibles consecuencias políticas de explorar el territorio lunar.

Hay muchos competidores en la actual carrera espacial que sueñan con aterrizar en las regiones lunares más prometedoras para la exploración. Estas áreas incluyen las cercanías del polo sur de la Luna, donde hay abundante agua congelada, e incluso los sitios históricos donde aterrizaron los astronautas de la NASA hace décadas.

Una perspectiva sobre el futuro en la Luna

Con la llegada de la economía espacial y las iniciativas privadas en las misiones espaciales, la exploración se está convirtiendo cada vez menos en una cuestión estrictamente científica. Por citar algunos ejemplos, algunas empresas planean participar en la próxima era del turismo espacial lunar, con recorridos alrededor del satélite natural de la Tierra.

No sería exagerado pensar que, una vez que se establezcan los primeros campamentos en la Luna, las empresas también intentarán ofrecer allí un recorrido por la superficie. Si ya hay planes concretos para construir hoteles espaciales en la órbita terrestre, quizás a mediados de este siglo veamos los primeros hoteles en la Luna.

Otras iniciativas peculiares ya son una realidad: la empresa Astrobotics intentó enviar muestras de los restos de los actores fallecidos de la serie Star Trek, aunque no consiguió llegar a la Luna con la nave Peregrine. El israelí Beresheet envió miles de tardígrados a la Luna, dispersando a los animales más resistentes de la Tierra por la superficie después de que la nave espacial se estrellara.

Quizás lo más preocupante sea el interés de las agencias gubernamentales de las principales potencias espaciales en explotar los recursos lunares. Los cráteres a los que la luz del sol nunca ha llegado son ricas fuentes de hielo de agua, importantes para abastecer a los astronautas e incluso para lanzar cohetes a destinos como Marte.

¿Será que, en un futuro próximo, cuando las agencias espaciales gubernamentales se establezcan en la Luna, tendrán que dividirse territorios? ¿A largo plazo esto podría generar conflictos entre los “dueños” de la tierra? ¿Cómo podemos evitar el uso de armas para intimidar cualquier acción injusta, injusta o criminal en la Luna?

¿Qué se puede (y no se puede) hacer en la Luna?

Debido a que la Luna está completamente deshabitada y sin dueño, es difícil determinar qué se puede o no hacer allí. Aún más difícil es responder quién puede determinar estas reglas. Para los expertos en ética espacial, es importante escuchar a la humanidad en su conjunto; después de todo, la conquista del espacio es, y debe seguir siendo, un logro de la humanidad en sí misma.

Esto significa que también se deben escuchar las voces menos representadas, incluidas las de los pueblos indígenas que se preocupan por sus costumbres y creencias. La Nación Navajo, por ejemplo, protestó formalmente por el lanzamiento de la misión Peregrine porque, para ellos, la Luna es sagrada y colocar allí restos humanos sería una profanación.

Esta no es la única cultura que considera sagrada a la Luna; Lejos de eso, también hay hindúes, sintoístas, inuit, sólo por nombrar algunos. Juntas, estas personas representan una gran parte de la población humana y deben ser respetadas si queremos tratar la conquista de la Luna como un patrimonio de la humanidad.

Cuestiones como la división de territorios son sólo la punta del iceberg de una serie de problemas que podrían surgir a medida que la humanidad prospere en la superficie lunar. ¿Puede alguna nación apropiarse de regiones más favorecidas, con más recursos naturales?

Si la respuesta a la pregunta anterior es sí, ¿qué tan ético sería eso? Y, no menos importante, ¿cómo se protegerían los bienes, dado que existe un tratado internacional que prohíbe el uso de armas en el espacio?

Los problemas no terminan ahí, según grupos como For All Moonkind, que aboga por la preservación de sitios históricos, como el “pequeño paso” de Neil Armstrong. Otras cuestiones pueden convertirse en problemas importantes a largo plazo, como la eliminación de residuos y el saneamiento básico.

Es imposible hablar de asentamientos humanos en cualquier lugar sin tropezar con el problema de los impactos naturales: ¡que lo diga nuestro planeta! La NASA ya se está preparando para excavar la superficie lunar, mientras que Rusia y China quieren instalar una central nuclear en la Luna de aquí a 2035.

¿Pero quién dictará las reglas? ¿Y cómo se asegurarán estas personas de que se cumplan las reglas? El Tratado sobre el Espacio Exterior ya prohíbe reclamar territorio en el espacio y establece que la Luna sólo debe usarse con fines pacíficos. Sin embargo, no existe ninguna regulación sobre cuestiones como la presencia de publicidad en el paisaje lunar o el envío de restos humanos.

¿Quién dictará las reglas?

Es difícil saber quién tendrá mayor voz en la creación de futuros acuerdos internacionales, considerando que cada nación tiene sus propios intereses en la exploración lunar. Históricamente, los estados no se han preocupado por cuestiones éticas al establecer colonias en tierras extranjeras aquí mismo, en nuestro propio planeta.

Las minorías de un país, o incluso los trabajadores en general, también son históricamente olvidados cuando sus gobiernos toman decisiones que pueden afectarlos de alguna manera. La carrera espacial podría acabar implicando “atajos” que pongan en riesgo la seguridad de los astronautas, o incluso los sometan a trabajos precarios.

Sin embargo, es posible que los países líderes en la carrera (Estados Unidos, China, India y Rusia) sean los que más influyan en las decisiones sobre el uso y la protección del medio ambiente lunar. El problema es que, además de que estas naciones tienen sus diferencias políticas, otras podrían salir perjudicadas si se suman a la aventura espacial.

Un modelo posible

La astrofísica y especialista en ética espacial Erika Nesvold sostiene que quizás el Tratado Antártico de 1959 pueda servir de ejemplo. A través de él, la Antártida permanece reservada únicamente para uso científico y pacífico hasta el día de hoy, prohibiéndose la minería comercial.

Los países que firmaron el tratado son responsables de emitir licencias para actividades en la región a las partes interesadas. También regulan el tipo de actividad permitida y el número de personas simultáneamente, buscando tanto la protección del medio ambiente como la seguridad.

Si bien no es perfecto (los países que reclamaron territorios en la Antártida antes del tratado aún pueden mantener su reclamo a pesar de que el acuerdo prohíbe que se realicen nuevos reclamos), el éxito del Tratado Antártico en la prevención de conflictos y la protección del medio ambiente polar puede usarse como modelo para la regulación espacial. .

Fuente: Inversa

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