Solo hemos estado en Urano una vez y el extraño momento puede habernos engañado durante años
La visita de la Voyager 2 a Urano en 1986 se produjo justo después de que el planeta fuera golpeado por una explosión solar excepcionalmente poderosa. El intenso viento solar comprimió la magnetosfera. Según una nueva investigación, hemos estado tratando ese campo magnético aplastado como estándar durante 40 años, lo que ha llevado a los científicos a pensar que el planeta tiene varias características extrañas que en realidad no corresponden a su estado habitual.
La humanidad ha enviado 50 misiones a Marte, pero sólo una a Urano y Neptuno. Además, la Voyager 2 pasó por delante de cada uno de ellos en tan solo unas semanas. Esa breve instantánea proporciona la mayor parte de la información que tenemos sobre los gigantes de hielo. Es natural tratar lo que observó la misión como típico, pero si nuestra única visita a Marte hubiera ocurrido durante una de sus periódicas tormentas de polvo en todo el planeta, podríamos estar entendiendo muy mal al Planeta Rojo. Una nueva investigación construye un caso similar al ocurrido con Urano.
La vida en la Tierra es posible porque tenemos una magnetosfera que protege la atmósfera del viento solar y otras partículas cargadas que de otro modo la destruirían. Se cree que esto es producto de las corrientes en el núcleo de la Tierra. La exploración del Sistema Solar ha revelado que algunos otros planetas también tienen magnetosferas, aunque la causa puede no ser la misma, mientras que otros no.
Todas estas magnetosferas son únicas, pero la de Urano todavía se veía lo suficientemente diferente de cualquier planeta anterior como para sorprender a los científicos planetarios. La magnetosfera inclinada pero por lo demás normal de Neptuno profundizó el misterio.
Por un lado, los cinturones de radiación de electrones alrededor de Urano estaban más cargados que los de cualquier otro planeta excepto Júpiter. Por otro lado, no había una fuente obvia para todos esos electrones altamente cargados. El resto de la magnetosfera carecía de plasma, algo que no hemos visto en ningún otro lugar.
Para profundizar el misterio, las lunas heladas de los otros planetas gigantes filtran iones de agua, que alimentan los anillos de plasma que forman parte de su magnetosfera. Urano no está tan bien provisto de lunas como Júpiter o Saturno, pero sus cinco lunas más grandes, todas ellas normalmente dentro de la magnetosfera, hacen un recuento mejor que las de Neptuno. ¿Seguramente deberían producir suficientes iones para mantener sus reservas de plasma?
El Dr. Jamie Jasiniski, del JPL de la NASA, cree que la respuesta está en el tiempo. «Si la Voyager 2 hubiera llegado sólo unos días antes, habría observado una magnetosfera completamente diferente en Urano», dijo Jasinski en un comunicado. «La nave espacial vio Urano en condiciones que sólo ocurren alrededor del 4% del tiempo».
Urano fue golpeado por una densa explosión de plasma procedente del Sol justo cuando pasaba la Voyager 2, dándonos una impresión inexacta de su estado normal.
Crédito de la imagen: NASA/JPL-Caltech
Tan lejos del Sol, Urano es un objetivo difícil para los estallidos solares, pero todavía lo golpean a veces, y enero de 1986 fue uno de esos, con una presión del viento solar alrededor de 20 veces mayor que la normal. Jasinski y sus coautores calculan que el impacto fue lo suficientemente poderoso como para expulsar el plasma del sistema, y la Voyager 2 pasó antes de que tuviera la oportunidad de reponerse. Una de las consecuencias de esta compresión del plasma fue empujar electrones hacia los cinturones de radiación.
La misión Cassini pasó 13 años orbitando Saturno y pudo estudiar su magnetosfera en todo tipo de condiciones de viento solar. Los autores argumentan que la magnetosfera respondió a los aumentos en el viento solar de manera similar a los que, según dicen, ocurrieron alrededor de Urano, pero tener los datos de referencia significa que entendimos que esto no era normal.
Además de eliminar la necesidad de explicar las características aparentemente distintivas de la magnetosfera de Urano, la nueva investigación hace que las lunas del planeta sean potencialmente más interesantes. Recientemente se propuso que la luna más interna Miranda podría tener un océano interno, y es posible que lo mismo ocurra con otros miembros del sistema. Si este es el caso, existe la esperanza de que parte de ese líquido a veces escape a la superficie a través de fisuras, como ocurre en Encelado y posiblemente en Europa.
Una conexión como esa entre las regiones interiores de una luna helada y el espacio permitiría que futuras misiones recopilen muestras e incluso realicen pruebas de vida. Sin embargo, si la escasez de plasma en la magnetosfera de Urano es permanente, las lunas no pueden liberar partículas que eventualmente se asentarían en esos cinturones. Las pruebas en los océanos internos también serían más fáciles si se confirma este trabajo. Las magnetosferas permiten que las misiones prueben la presencia de líquidos eléctricamente conductores dentro de cualquier objeto que orbite dentro de ellas. Cuando la Voyager 2 sobrevoló la magnetosfera estaba tan comprimida que dos de las lunas principales podrían haber estado fuera de ella, pero este trabajo sugiere que ese no suele ser el caso.
El estudio es de acceso abierto en Nature Astronomy.